martes, 13 de diciembre de 2011

La lucha eterna...

En ocasiones vemos los problemas de nuestros semejantes como ajenos, como aquellos que a nosotros nunca nos va a pasar, pensamos que solo les pasa a ellos y por esas razones cuando piden ayuda se las negamos, aunque sea amablemente, con pretextos como: perdón no tengo tiempo, mi jefe no me permite faltar, no tengo dinero, y un largo etcétera. Pero que pasa cuando nos toca calzar los zapatos de aquellos a lo que les negamos la mínima ayuda, la minima expresion de apoyo, la verdad es que esos zapatos nos quedan grandes y quisiéramos que todos vieneran a nuestra ayuda, pero ayuda que nosotros mismos no dimos.

Hace poco nos enteramos que mi Jefe (mi Papá, así le he dicho siempre con respeto y admiración) tienen cáncer, esa enfermedad de la cual no sabemos nada pero que todos tememos, soy sincero llore como niño sin consuelo, no sabia que es lo que tenia enfrente, aunque mi viejo me enseño a conducirme como un hombre ( para mi es la filosofía del guerrero) ahora mis piernas se tambalearon y mi mente se nublo, quise deshacerme de todos mis bienes a cambio de su salud, cosa imposible, eso no se compra con dinero.

Se llego el fin de semana y había que ir a ver al viejo, caray no tenia cara para verlo, quise ser como mi nena Yayis, ella no sabe esos problemas, solo sabe dar amor, pero yo no podía sin que se me salieran las lagrimas, pero pues no podía llorar frente a él, así que ni modo a buscar valor de algún lado de la flaqueza.

Cuando ese día llegue a la casa de mi jefe, al saludarlo me pareció que todo fue un sueño, él se veía fuerte, saludable, hasta llegue a considerar que yo me había alucidado, pero la realidad ahí estaba, él aún no siente los efectos de la enfermedad y mucho menos de los tratamientos médicos, esos momentos de verlo me transportaron a un estado donde supe que el único guerrero es él, pues sabe que su destino esta cerca, pero tiene que seguir andando su camino, en el fondo sé que él supo lo que yo sentía y me permitió ver un poco de lo que él sentía, pero al final ambos fuimos educados como guerreros y como tales hay que aceptar nuestro destino, pero siempre con la frente en alto y sabiendo que hemos cumplido con nuestra misión, pues nunca claudicamos.

P.D. esta entrada se escribió así tal cual salto del corazón maltrecho, ustedes perdonaran las faltas de ortografía y sintaxis.

No hay comentarios:

Publicar un comentario